La crónica más deseada. Alevín 09 Masc. vs Arganda
Escrito por Carlos Gonzalez
Llevamos demasiado tiempo mirando hacia atrás, viviendo de recuerdos empapados en melancolía y ahogados por un presente teñido de drama. Se cuestiona el sonido de la risa; los momentos para sonreir están vedados porque quizás, a tu lado hay alguien que acumula dolor adherido a los cimientos. Demostrar ilusión se ha convertido en un acto íntimo justo cuando más necesitamos inundarnos de ella. Es contradictorio. Nos prohibimos la luz y prendemos incienso para que todo tenga el mismo olor cuando nuestras mentes más requieren aprovechar cualquier detalle de color para sentirnos conectados a la vida.
Por eso, que los chicos vuelvan a una cancha, que disputen un partido de competición después de meses que han sido siglos y que nos ayuden a dejar de lado por un rato el sufrimiento general, no es poca cosa. Y que desde el banquillo brotasen risas y aplausos, ánimos y gritos, es un torrente. Otra vez un balón al aire. No como siempre. Sin público en unas gradas que fueron caja de resonancia incluso, de las más íntimas confidencias, sin asientos llenos de dinosaurios y superhéroes, sin bolsas de gusanitos a medio terminar, sin bocinas, sin padres, ni hermanos, ni amigos. Sería un mentiroso si afirmara que eso es secundario porque todo se alimenta de lo que le rodea. Y el basket, también.
Pero de nada sirve comparar lo que fue con lo que es cuando podemos poner el foco en lo que es y tener esperanza en lo que será. De momento, el presente nos permite volver a hablar de baloncesto y del Tornado en una misma frase, de un partido disputado con pasión y con cierta incontinencia (normal después de tanto tiempo sin flujo de adrenalina). Raul y Diego se empeñaban en controlar las acciones desbocadas y en canalizar lo trabajado durante la semana al partido, convertido desde muy pronto más en un laboratorio de prácticas que un choque para perseguir la victoria.
Y es que desde el principio, el Juande fue muy superior, implacable en ataque con constantes penetraciones hacia el aro rival y penalizando los errores de los chicos de Arganda en los inicios de jugada. La falta de competencia real hizo que se abusara en ocasiones de las acciones individuales, que se resolvieran las jugadas demasiado pronto y que no se trabajara la circulación pensando en las duras citas que nos esperan. Pero también hubo muy buena intención en aplicar la presión tras canasta y el dos contra uno al receptor, algo que dejó detalles de funcionamiento aunque deba terminar de pulirse.
Fue muy recalcable como el equipo apretó en defensa durante todo el partido, incluso estando el marcador cerrado desde el segundo cuarto (58-8). El parcial inicial (28-0) había sepultado cualquier posibilidad de que Arganda pudiera complicar el resultado final y el Tornado tuvo incluso momentos para intentar mates (jaleados por los chicos del banquillo) y lanzar triples muy lejanos (hubo un interesante acierto en los lanzamientos de tres). La facilidad con que se logró el triunfo resta posibilidad de extraer demasiadas conclusiones pero es evidente que los chicos disfrutaron y trabajaron sin relajarse por la amplitud de la diferencia.
Querían volver a competir y lo hicieron como si nunca hubieran dejado de hacerlo. Con el gel como protagonista, la árbitra multiplicando su trabajo para higienizar el balón en cada tiempo muerto y el esfuerzo de cada chico en cumplir con las recomendaciones, el deporte volvió a ser protagonista. No como antes, no como siempre. Pero el antes no es el ahora y, de momento, conviene celebrar lo que nuestros chicos pueden hacer porque no sirve de nada reclamar lo que hacían. Los chicos llevan dentro todo lo sucedido estos meses y la cicatriz siempre va a estar presente, de una u otra forma, en cada familia.
Ellos merecen recuperar sus motivaciones y nosotros convertir sus ilusiones en las nuestras. Al fin y al cabo, siempre fue así.