El escenario también juega

Con las cuatro torres del área de negocios recordándonos que estábamos en Madrid y no en Brooklyn, la cancha del Pizarro nos trasladaba a las películas del Spike Lee más incipiente donde las pistas de baloncesto callejero se convertían en un protagonista más. Una de esas canchas rodeadas de liturgias y argot es The Cage, llamada así por la verja que rodea el campo y por las dimensiones reducidas del mismo: el escenario también juega.

En nuestro caso, el escenario jugó. Canastas que bailaban en cada lanzamiento, balones repelidos por un tablero pequeño pero matón, poco espacio en los fondos que obligaba a los chicos a hacer equilibrios para evitar chocarse… No es una valoración que pretenda convertir la pista en impracticable o que la considere decisiva para el juego; simplemente expone que es diferente y eso hace que se requiera de una adaptación para su adhesión. No es la cancha responsable de que el Juande estuviera lejos de brillar pero sí contribuyó al despiste generalizado del Tornado como también lo hizo un arbitraje algo desconcertante para los chicos por cumplir con un criterio con matices menos habituales de los presenciados hasta ahora.

El equipo estuvo pendiente de tantos elementos ajenos que perdió el foco principal de su presencia allí. Era esperable que después del volcán emocional del doble enfrentamiento contra Canoe llegara la bajada de tensión y la previsión se cumplió. Los chicos no entraron nunca en dinámica, los tiros exteriores salían escupidos uno tras otro, el espacio reducido convertía las conducciones en misión imposible multiplicando los choques y el contacto.

No fue vistoso pero nos dejó alguna jugada de pizarra al poste que nos invita a creer en la fuerza del laboratorio. Dentro de lo errático del choque, quedémonos con la victoria que, de vez en cuando, no hay líneas para muchas lecturas mas.