Un punto, un abismo. Play-Off Alevín 09 vs Aristos
Escrito por Carlos Gonzalezz
Antes de pararnos a analizar lo sucedido a nivel técnico, a desgranar los vaivenes anímicos de dos citas de alta tensión, comencemos reconociendo el sabor amargo que sigue empeñado en gobernar nuestro paladar días después de lo vivido.
Porque la primera sensación que nos evocan las citas decisivas de esta campaña es esa, la amargura. Después, como fruta que es la práctica deportiva, siempre hay pulpa debajo de la piel y, por más que ésta sea desagradable, encuentras, de una u otra forma, recompensa. Más allá de quién ha sido mejor o peor, quien ha merecido más o menos las victorias, quien ha reducido sus errores para que no sean determinantes, la forma de caer es excesivo castigo para el Tornado.
El basket tiene una deuda con nuestros chicos porque, incluso buceando en la estadística, es difícil encontrar tres eliminatorias decisivas en las que el equipo que cae lo haga de la misma manera: por un punto. Una canasta, un tiro libre no lanzado, un balón que entra en el aro igual que pudo salir... Un punto, un abismo. Los hermanos Cohen firmaron hace casi dos décadas una comedia llamada Crueldad intolerable.
Lo del Juande, lejos de ser cómico, se asemeja en mucho al título elegido. De nuevo, por tercera vez en una misma temporada, nadaron hasta acariciar la orilla con las yemas. La imagen de los chicos tras el pitido final fue un réquiem que humedeció los ojos de los allí presentes, por muy adultos y responsables que pretendamos ser. Lágrimas, miradas perdidas, chicos tumbados en el suelo incapaces de controlar sus emociones, golpes, puños apretados con la rabia de quién se siente perseguido por el destino... Y así debe ser porque nos empeñamos en sobrecontrolar los sentimientos cuando lo importante es canalizarlos, no impedirlos. No era momento de extraer lo bueno, eso llega después. Y siempre llega.
Todos sabíamos que el doble enfrentamiento contra Aristos sería duro, muy difícil para los dos. Ellos, un equipo muy bien trabajado, con altura por dentro, buena mano exterior y algún jugador individualmente capaz de desequilibrar. Nosotros, con nuestras virtudes y nuestros defectos, capaces de defender hasta la angustia y de salirnos del partido cuando las cosas se tuercen. Era un choque de trenes y solo habría raíles para uno de los dos. Lo puramente técnico o táctico va por un lado y se puede llegar a controlar, sin ser fácil, de una manera preventiva.
El estado anímico, los nervios, la sobreexcitación, el manejo de la presión, va por otro, y se puede intentar ayudar a encauzar pero es más incontrolable e imprevisible. Y en niños que por su edad cuentan con poco bagaje, con un baúl sin apenas experiencias a las que recurrir para afrontar una nueva, es normal que el aspecto mental también juegue. No puede ser de otra manera y, de hecho, estas vivencias son las que forjarán su fortaleza para afrontar las siguientes. El partido en Alcalá era especial. Público en las gradas, una pequeña recompensa pero con un valor infinito porque los chicos necesitaban ver a sus padres y, sobre todo, los padres necesitaban ver a sus chicos. En el parqué, un choque muy intenso, con dominio de las defensas sobre los ataques propiciando un resultado corto (47-43). Además de que el trabajo atrás fue muy bueno contribuyó a ese marcador que los ataques fueron espesos, con poca circulación y escaso movimiento sin balón.
Conviene realzar la labor del Tornado para cerrar el rebote, una de sus habituales debilidades, ante un rival de mucha más envergadura física general. Pero entre las conclusiones que dejó el partido estaba una de las claves que acabó sepultando la eliminatoria: Aristos lanzó 24 tiros libres y falló 17. Si volvía a repetirse una cifra tan alta de personales con tiro, difícilmente iban a marrar tanto. Y exactamente eso fue lo que ocurrió en Getafe , donde lanzaron 28 veces para anotar 20. Esa vía para sumar fue una de las claves, especialmente en el primer tiempo, cuando Aristos entró rápidamente en bonus con un listón para las faltas que no fue el mismo en los últimos minutos, cuando alguna penetración de nuestros chicos pudo haber terminado de igual manera en la línea de tiros libres (sin apuntar ese criterio como motivo para la derrota). El último cuarto supuso una muestra de arrojo remontando una diferencia que llegó a ser de 23 puntos a puro corazón.
En defensa el esfuerzo para recortar fue extraordinario. En ataque, ante la falta de fluidez grupal aparecieron actuaciones individuales estelares para mantener viva la posibilidad de la clasificación hasta el último suspiro. Pero, una vez más, la historia estaba escrita con renglones dolorosos para el Juande, que volvió a quedarse a un punto del acceso a cuartos (68-63). Es la primera vez que caemos sin pisar, al menos, los cuartos de final. El sabor metálico nos sigue viniendo a la boca. Pero pasará. Como dice Lori Meyers en uno de sus singles más exitosos, Siempre brilla el sol.