CON LAS BOTAS PUESTAS
Escrito por Carlos Gonzalez
BENJAMÍN MASC 2009 PLAY OFF. CUARTOS DE FINAL.
RICOPIA FUNBAL CBJA 67-74 ALCOBENDAS
ALCOBENDAS 79 – 63 RICOPIA FUNBAL CBJA
Decía Voltaire que “la escritura es la pintura de la voz”. Hoy escribo desde la voz quebrada, desde la emoción que reverbera en cada recoveco de mi garganta, desde el eco de los gritos de ánimo y el silencio de las lágrimas sorbidas porque el esfuerzo de los chicos conmovía. Y esa es la principal victoria de nuestros benjamines: nos conmovieron.
Su pelea, su entrega, su esfuerzo para continuar cuando la mochila de la fatiga estaba repleta y el objetivo de la clasificación era un imposible, en esos últimos minutos que invitaban a bajar los brazos y dejar de correr. Allí seguían, persiguiendo cada balón con la fuerza del corazón morado latiendo por cada compañero. Ganar no sólo consiste en vencer al rival. Ganar tiene muchas aristas que demasiadas veces no vemos, que pasamos por alto. Porque superarte es ganar, mejorar como equipo es ganar, competir con tus miedos es ganar, llevar al otro equipo a redoblar sus esfuerzos es ganar.
Sólo un club va a ganar el campeonato y el resto no son fracasados. Ni mucho menos. Y eso no significa sentirte cómodo en la derrota o pensar que perder es un camino sin consecuencias. Y no quiere decir que no tengamos que aprender de lo vivido para mejorar, para elevar nuestro nivel y volver a pelear por cada victoria en la próxima campaña. Pero no debemos mirar a los ojos a nuestros hijos con pena. Al contrario, le miraré para darle la enhorabuena por su entrega, por haber batallado hasta el final contra el vigente campeón, contra un equipo poderoso con grandes jugadores, por haber exprimido hasta el último segundo una temporada salpicada de lesiones, de bajas que dificultaron los entrenamientos, que impidieron a Nacho y a Sergi trabajar desde el principio a pleno rendimiento.
Cada niño ha peleado contra sus molestias, ha acudido a cada sesión con talones doloridos y tobillos dañados para seguir aportando desde sus lesiones. Eso también es ganar. Recibir a los nuevos y convertirlos desde el primer momento en cómplices de sus risas, unirse para gritar el nombre del equipo después de quedar eliminado. Eso también es ganar. Porque caer forma parte de nuestra vida, aprender a perder alimentará su tolerancia a la frustración y valorar como merece la senda recorrida elimina el sufrimiento de pensar que lo único importante es la meta. Eso también es ganar.
Los cruces son determinantes en los torneos de eliminatorias. Los cuartos de final nos deparaban enfrentamiento con el peor enemigo posible: Alcobendas, campeones de la pasada Liga. El destino parecía marcado desde antes de jugar pero el Tornado se rebeló contra él prometiendo combate.
El ambiente en el pabellón era fantástico. La grada estaba llena. Sonrisas nerviosas y ganas de ver a nuestros benjamines afrontando un reto extraordinario, un desafío que asumieron ofreciendo una imagen sobresaliente, con un esfuerzo defensivo increíble y un trabajo coral admirable. Fue un partido que reconforta, que genera orgullo sin mirar el resultado, que evidencia la absoluta competitividad del grupo cuando la concentración no falla, que demuestra que la evolución del equipo no se frena y promete un futuro radiante
El Juande no cometió errores en los dos primeros cuartos, no regaló canastas fáciles y obtuvo una diferencia de 10 puntos que, sin embargo, se enjuagó en el tercer sexto con un parcial de 0-11 para Alcobendas, que tiene algún chico de increíble acierto en lanzamiento exterior y un jugador interior muy superior en altura al resto (a valorar el trabajo defensivo de alta intensidad de Carlos Martín para frenarle).
Mientras la calidad individual del rival se mostraba por momentos superior a nuestros chicos, éstos mantenían viva la llama del partido con un empeño máximo, con sacrificio, con trabajo. Es cierto que hubo un momento en el que se encadenaron una serie de acciones deslavazadas y se alimentó la precipitación en la salida de la pelota pero, lo que en otros partidos hubiera supuesto una ruptura definitiva, acabó saldándose de manera poco dañina gracias a la constancia y a la entrega del equipo, que se mantuvo vivo hasta una derrota final por 7 puntos, una diferencia que nos permitía soñar para la vuelta.
Si el viernes acabó con la ilusión de estar metidos en la eliminatoria, el domingo empezó mejor aún. El primer sexto del encuentro en Alcobendas fue una dosis de adrenalina disparada, pura electricidad que nos contagió convirtiendo las gradas en un coro de gritos de ánimo y aplausos. 2-13, 11 puntos para creer. Ataques eficaces, defensa sólida, robos, velocidad. La agresividad de Ródenas en ataque, sus valientes entradas contra el cuerpo de los rivales, empujaban al resto a insistir. Todos, impulsados por un imaginario toque de corneta, disputaban el partido a la carga, sin pausas ni temores.
Pero el Alcobendas logró sacudirse el empuje morado inicial para empezar a nivelar el partido. Algunas indecisiones de nuestros benjamines y el crecimiento local fueron equilibrando el choque y el desgaste empezó a erosionar al Juande, que tenía menos profundidad de banquillo que el rival y acabó pagando el alto ritmo defensivo en los últimos cuartos. Aún con el peso de los minutos cargando las piernas y con el marcador decantado, los chicos siguieron corriendo, persiguiendo cada balón, muriendo con las botas puestas.
Su sudor empapando las camisetas era una correa directa de transmisión de orgullo hacia las gradas, donde mascábamos tristeza porque su esfuerzo no tuviera mayor recompensa pero conscientes de que la digestión no sería pesada, de que teníamos motivos más que suficientes para abrazar a nuestro equipo y darle las gracias por su entrega.
Camino de casa, Martín rompió su silencio para decirnos algo. “Papá, no sé por qué se han puesto tan locos cuando nos metían canastas y se ponían a darse golpes en el pecho. Yo no he hecho nada cuando he metido.” Le he dicho que posiblemente, lo hacían porque estaban muy contentos ya que les estaba costando mucho ganar. el resto del viaje lo hizo un poco apagado, algo triste y tan cansado que no tenía fuerzas para hablar más. Le veía por el retrovisor y me invadía una mezcla de melancolía y tranquilidad porque, con el tiempo, se dará cuenta de que ha sido mejor llorar con estos compañeros que vencer con otros. Esa es la mejor conclusión.
Enhorabuena equipo. Continuará.