CAUTIVADOS POR LA LEYENDA
Escrito por Carlos Gonzalez
ESTUDIANTES 57 – 71 RICOPIA FUNBAL CBJA
Seguramente, para los chicos era un partido más, una nueva cita ante un rival al que habían superado con relativa comodidad en el choque de la primera vuelta. Posiblemente, ninguno de ellos sabía que pisaban un parqué mítico, un escenario marcado por la historia. Quizás, con el tiempo, si alguno tiene la curiosidad de investigar qué significó el Magariños, descubran que allí jugó uno de los americanos más espectaculares de la historia de la liga, David Rusell, que formó una pareja extraordinaria con un pivot de enorme carisma, John Pinone.
A lo mejor, buceando en Youtube, se encuentran con las pocas imágenes que hay de aquel histórico Estudiantes-Real Madrid que tuvo que resolverse en la tercera prórroga con Rusell y Pinone anotando 43 y 38 puntos y Biriukov haciendo 40 para los blancos (recordemos que el triple apenas se utilizaba en aquella época). Quién sabe si su interés por conocer de dónde viene el basket actual les lleve a investigar el origen de nuestro baloncesto y, ahí, encuentren los motivos que convierten al ‘Magata’ en un templo repleto de leyendas.
Nada preocupaba en la mente de nuestros benjamines si allí, alguna vez, habían batallado por un sitio en la zona Pedro Rodríguez y Fernando Martín o si Vicente Gil y Corbalán se lanzaban al suelo por un balón perdido… A los muchachos del Juande les interesaban únicamente dos cosas: enfrentarse al Estudiantes y ver las zapatillas de la tienda del pabellón. ¡Mira! ¡Las de Lebron! 180 euros. ¿Papá, me las compras? Y nosotros pensando que, cuando jugábamos en campos de cemento agrietado o, los más afortunados, en pistas de parqué desgastado, vestíamos con deportivas casi siempre rotas (salvo aquellas J’hayber absolutamente irrompibles). El tiempo, por suerte, permite a nuestros pequeños disfrutar de su deporte como nosotros no pudimos.
Lo que nosotros sí hacíamos (podemos decirlo ya que nadie va a venir a demostrar lo contrario) es disputar cada partido como si fuera el último, con la ilusión de practicar el deporte que nos apasionaba y la incertidumbre de no saber cuánto duraría aquella fortuna. Y puede que, los chicos de ahora, tengan tan repleta la mochila que, a veces, se olvidan de que el esfuerzo es tan importante como el talento. El Juande ganó al Estudiantes 57 a 71 porque tiene más calidad que el rival pero, esta vez, el esfuerzo no fue óptimo, probablemente no por propia iniciativa de los niños sino, más bien, por una inercia que les invitó a creer que ganar sería sencillo. Y casi nunca lo es. El equipo trabajó con baja intensidad en defensa permitiendo muchos rebotes ofensivos. Hubo numerosos ataques estudiantiles en superioridad, propiciada por una mala transición defensiva de nuestros chicos. Y mientras ellos obtenían canastas fáciles, el Tornado apostaba por acciones individuales para conseguirlas.
Pero rescatemos cosas (porque si el equipo acabó ganando es porque hizo varias bien). Lo primero, el esfuerzo de los chicos de 2010 en ayudarnos. Esta vez fueron Hugo y Jaime los que nos echaron una mano ante la ausencia de Éric y Salas. Lo segundo, la realización de alguna jugada ensayada tras saque de banda que, para satisfacción de Nacho y Sergi, demuestra que su laboratorio funciona y acabará siendo muy importante (también se observan cada vez más lecturas y ejecuciones de corte a canasta). Y, lo tercero y más importante, el determinante penúltimo sexto del equipo. Después de unos primeros tres parciales muy parejos (dos ganados por la mínima y uno empatado), el cuarto sexto no fue bueno, con los chicos muy desorientados en las dos partes de la pista permitiendo a Estudiantes reducir la diferencia a tres puntos. El quinto periodo era decisivo para saber si llegaríamos al último con inquietud o respirando y el Juande reaccionó, apretando en defensa como no se había visto hasta ese momento y dejando al rival en cuatro puntos en esos 8 minutos. Desde esa fortaleza en el campo propio se impulsó también el apartado atacante. Los chicos ganaron en confianza y seguridad, los ataques empezaron a ser más efectivos y se abrió una brecha que acabó siendo insalvable para Estudiantes.
Al final, la mañana acabó con un nuevo triunfo en un marco muy especial. Mientras algunos padres permanecíamos cautivados por las leyendas que atrapaban aquellas paredes, el Tornado morado solo se preocupaba de jugar. Jugar…y ganar.