(CASI) NADA ES IMPOSIBLE
Escrito por Carlos Gonzalez
LICEO FRANCÉS 14-64 RICOPIA FUNBAL CBJA
RICOPIA FUNBAL CBJA 44-58 ALCORCÓN BASKET
Fin de semana con doble ración de baloncesto. Dos partidos, dos mundos, dos niveles de tensión, dos formas de emocionarse muy distintas. El cuerpo en los dos encuentros pero la cabeza más en el segundo que en el primero. Y el corazón (desbocado) en el del domingo. La mañana del sábado situaba la cita en las canchas exteriores del Liceo Francés, que recibieron al Juande con un sol extraordinariamente radiante. El rival, segundo en la fase de grupos inicial, apenas ofreció oposición al Tornado morado, que cerró el marcador en 14-64 pero acabó el partido con un apabullante 33-144.
Es muy complicado extraer conclusiones de choques como éste, en el que los chicos se sienten tan superiores y ven el camino hacia la canasta tan fácil que se dedican a anotar una vez tras otra sin reparar en aplicar lo que se ensaya en los entrenamientos tanto en defensa como en ataque. Recibimos más puntos de los debidos y esa es la mejor noticia: el equipo es capaz de defender mucho mejor y, cuando lo hace, el potencial ofensivo es tan variado que garantiza competir ante cualquier rival. El partido no tuvo más historia que empezar a pensar en la cita del domingo desde el minuto siguiente. Tocaba jugar ante el rival que nos ganó en el tercer y cuarto puesto en la fiesta del MINI.
Nos medíamos al Alcorcón. Desayuno. Queda poco para salir rumbo al pabellón. Le pregunto a Martín por los recuerdos de aquella mañana en Leganés, aquella derrota 70-49 en la que Alcorcón pareció mucho mejor y el Juande jugó por debajo de su nivel real. Martín, con los ojos gigantes y media sonrisa, me responde curioso. “No es imposible ganarles, ¿a qué no?”
Recuerdo una historia de hace unos años, una noticia que algún día conté y que me emocionó. Empiezo a buscar hasta que doy con ella. Jason McElwain adoraba el baloncesto. Le apasionaba. Pasaba días enteros lanzando a canasta. Pero Jason tenía un problema: era autista. Ningún equipo se sentía preparado para tener a un niño autista en el vestuario, en los entrenamientos. Pero el equipo de su instituto le permitió ser delegado. Y para Jason, eso era muchísimo.
Durante esos años se dedicó a estar pendiente de todo, de las fichas, de las toallas, de las bebidas. Llegaba el primero a cada entrenamiento y se marchaba el último, aunque no pudiera participar en ellos. Día tras día durante tres años. Último partido de la temporada. Termina el ciclo para los chicos del equipo que marcharán a seguir sus estudios en la Universidad. Los jugadores tienen una petición especial para su entrenador: quieren que Jason pueda jugar algunos minutos junto a ellos. Y así fue, exactamente los cuatro últimos minutos del partido. Para el chico autista que no había faltado a cada sesión, fiel a su amor por el baloncesto, fue un sueño cumplido. Los rivales, las gradas, todos sabían de su historia y le recibieron con una ovación. Jason, viviendo un momento inolvidable, recibió el balón y lanzo un triple que no llegó a la canasta.
La gente aplaudió con ternura. En la siguiente jugada volvió a lanzar desde la línea de tres. Y entró. Y después otro. Y otro. Y otro más. El público gritaba en medio de una locura colectiva. Otro triple. Jason no volvió a fallar un tiro, anotó 20 puntos en cuatro minutos y grabó lo que allí pasó en su alma para toda la vida. “No Martín, no es imposible”. (Casi) Nada es imposible. Partidazo ante el Alcorcón, que se apuntó la victoria 44-58 con una ventaja que no demuestra la diferencia real vivida en el parqué, un duelo muy igualado ante un gran equipo que ha sumado a todo el potencial que ya tenía, el de un chico altísimo que convertía cada rebote en una pelea contra un gigante.
El resultado llegó a ser de 40-45 en el último sexto con un par de ataques del Juande que se salieron de un aro caprichoso con los nuestros. La defensa fue intensa, los ataques bastante creativos, la pelea tremenda. Los padres y madres disfrutamos con orgullo viendo desde las gradas a un grupo unido, fuerte, que va a perder partidos pero va a vender cara cada derrota.
Nuestros chicos no son aquellos que, hace unos meses, miraban curiosos el marcador electrónico del Pabellón Europa mientras bajaban a defender. El Tornado ha crecido, ha evolucionado, está aprendiendo a asimilar el buen trabajo de los técnicos en los entrenamientos y está avanzando en la senda del valor grupal por encima del individual. Sobra hablar de nombres propios. Todos, unos con más acierto y otros con mayor sacrificio, unos leyendo mejor las jugadas y otros en desarrollo para hacerlo, todos forman un equipo que va a seguir luchando hasta el final, con el corazón en la boca y la pasión en el ADN. Vamos a seguir dando guerra.
Por cierto, Jason McElwain acabó siendo entrenador asistente del equipo de su instituto aunque, para ganarse la vida, trabaja en una panadería. Inspirador, ¿no?